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Esta ópera prima del antrópolo santiagueño
radicado en Oslo desde fines de los 60 se da el puntapié
inicial en el país a una visión cultural de lo deportivo,
además de analizar críticamente, con una óptica renovadora,
necesaria y refrescante, aspectos de la identidad social como la
masculinidad.
El autor ya venía desde hace mucho tiempo, sobre todo en los circuitos académicas europeos, dando prueba de talento, solvencia y creatividad. En su propio país era reconocido por un estrecho círculo, sobre todo aquel que tenía acceso a los papers que son textos obligatorios en varias carreras de la UBA. Ultimamente, por fin, saltó a la consideración pública más amplia, ya que es una de sus características principales es justamente ser un científicos social que no escribie en científico social básico como lo hacen todos lo que no son y tratan de demostrarlo con una jerga críptica, inaccesible y farragosa de citas bibliográficas donde se discute la definición de la definición para aportar una nueva definición que no puede ser discutida y que no aporta nada. Eduardo P. Archetti nació en la capital de Santiago del Estero, se licenció en sociología en la UBA y a fines de los 60 se marchó a París, luego a Oslo, donde se radicó, formó familia y es profesor titular de antropología social en esa facultad de la universidad estatal de la capital noruega. Que un trabajo de esta envergadura e importancia aparezca primero en inglés dice mucho más que cualquier tratado sobre los inacabables mecanismos de negación de los argentinos para vernos a nosotros mismos tales como somos, mientras que de paso, como quien no quiere la cosa, se siguen mateniendo las poltronas de los lugares comunes acerca del deporte, la función social que cumple y últimamente los réditos ecónmicos que brinda, aparte de los políticos que brindó siempre. En la próxima versión de la Argentina que va a editar la Academia Nacional de Historia se van a producir varios hechos refrescantes. Primero, que entre tanto vaho a encierro se deje ingresar al deporte como una actividad fundamental en la vida de un país; segundo, que sea Eduardo P. Archetti el intelectual elegido para la escritura de la parte correspondiente, y por último que se le abra la puerta a un científico social en un terrreno hasta ahora coto de caza exclusivo de los que lucían credencial de historiadores oficiales. Con autorización del autor, los interesados pueden leer las partes fundamentales del prólogo y el epílogo de este trabajo. Ir a los TXTs. |