Jodas futboleras de antología

Colección El Burlón de la Editorial Cambio, Buenos Aires, 96 pp., abril de 1996, solamente distribuido en quioscos

Que un jugador rival, después de un partido caliente y donde la hinchada contraria lo ha estado zahiriendo sin piedad, luego de los tres pitazos finales, vaya, los enfrente, se baje los pantaloncitos y el slip, para tomarse los genitales con ambas manos y se lo menee fren‚ticamente, puede ser, dentro de todo en una de esas se encuentra dentro de cierta normalidad.
Ahora ocurrió que no había ni un cronista gráfico porque se habían escapado de sus obligaciones antes que terminara el encuentro, y en la versión del día siguiente, su compañero redactor, para no mandarlo preso, da como excusa que la represión policial encerró a los fotógrafos en el vestuario local.
Ahora, si el sesgo ya se va tornando interesante por lo extra-ordinario, que al excibicionista se lo hayan llevado preso no es nada del otro mundo. Pero que por hache o be lo hayan puesto en un calabozo donde estaban detenidos e incomunicados dos matungos, acusados prima facie de haberse morfado los gladiolos de un vecino en una chacra de las cercanías, el asunto toma otros visos.
El remate, en una época en que el estado de derecho parece habérsenos subido a la cabeza, es cuando el letrado puesto por el club para defender al profesional de patear pelotas presentó un escrito argumentando que lo sucedido era una evidente y flagrante violación a los derechos humanos. Y con los derechos equinos, ¨qué, tío?
Pero es apenas el comienzo. Como no se trata de una novela policial o de una película de suspenso se puede contar el final porque, como en los sánguches, lo sabroso está en el medio: en medio de la avalancha de una barra brava, cuando está comenzando el partido, y entrar sin pagar, la detención de un niño de cuatro (4) años a cargo del poder judicial, tironeo del brazo y arriba del móvil, a llevarlo a la dependencia correspondiente, recordad que la confesión es atenuante, hijo mío. Y del arrepentimiento, mejor ni hablemos.
Menos mal que intervinieron unos muchachos de un FM local que vieron el disparate e intervinieron porque si no el chico ya estaría con perpetua.
El volumen tiene garantía eterna de convertir hasta el más pintado de los que sostienen que el fútbol es una pelota redonda a la que hay que patearla y meterla en el arco contrario. Desde este punto de vista, en una de esas, nunca se sabe, hasta puede llegar a ser un gol en contra.



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